Después de transitar sucesivas épocas oscuras, saltando de un golpe de estado a otro, viviendo años y años de censura, autoritarismo y represión, las y los argentinos elegimos que sea la democracia el sistema por el cual transcurre nuestra vida política. Las cicatrices que nos dejaron esos años de plomo son tan fuertes que a pesar de las constantes y profundas desilusiones vividas del 83´ en adelante, seguimos decididos a sostener durante ya casi 40 años ininterrumpidos, un sistema de convivencia democrática. Un sistema donde la inequidad y la injusticia están lejos de ser superadas; un sistema con más deudas que promesas cumplidas; pero un sistema donde los enfrentamientos ideológicos se dirimen en el plano del debate, las disputas de poder se saldan en las urnas, y las armas se limitan a los argumentos, la retórica, y en el peor de los casos (que es siempre) al aparato, la caja y las alianzas con sectores de poder.
Así que no se trata de romantizar ingenuamente a la democracia. El sistema político en el que vivimos tiene una relación fluida con la violencia. Cuando la gente no aprueba el rumbo decidido se reprime, no importa mucho si es en Andalgalá o en la Plaza del Congreso. Ejemplos hay de sobra, y de diversa gravedad, pero lo que está ocurriendo hoy en Argentina, y particularmente en nuestra ciudad, excede ampliamente los parámetros de violencia que la vida en democracia (lamentablemente) suele tolerar. Y en este contexto abrupto es absolutamente preocupante tener la sensación de que quienes hoy ocupan lugares de poder y dirección en estamentos judiciales, policiales, políticos, y de medios de comunicación parecen no haber tomado conciencia de la real dimensión del problema.
El 25 de Mayo de este año, en pleno centro de Bahía Blanca, una bomba detonó en el local partidario de La Cámpora. A seis meses de este atentado terrorista (que llamativamente no fue calificado de esta manera por la prensa), la justicia federal de la ciudad no ha demostrado el más mínimo avance en la causa, y en lo que respecta a exigir el esclarecimiento del atentado, las organizaciones políticas no han sido capaces de ir más allá de algún tibio comunicado de repudio, casi protocolar. Tan flaca resultó la respuesta de los órganos que en teoría son los pilares de la democracia que a menos de 6 meses otra bomba estalló en la ciudad, está vez en el domicilio particular de la referente Mapuche Olga Curipán (a ella y al pueblo Mapuche todo nuestro apoyo y solidaridad). Otra vez una bomba, y otra vez los afiches cobardes amenazando con una “purga” a todo lo que no coincida con la visión de los perpetradores, que en esta ocasión ya se animan a disminuir su nivel de anonimato. El atentado es reconocido, y la amenaza va firmada: dicen ser el “Comando de Restauración Nacional”.
Ha salido a la luz la existencia de un grupo para-policial, para-estatal que se arroga el derecho de sentenciar a muerte a Olga Curipán y a la comunidad Mapuche, así como a periodistas, políticos, funcionarios judiciales y sindicalistas, para quienes aseguran ya hay un grupo de tareas asignado para cada caso. Tal vez una de las preguntas que todos deberíamos hacernos en este momento es ¿para qué existe una Agencia Federal de Inteligencia (AFI), si no es para prevenir y/o desmantelar a tiempo agrupaciones para-estatales de este tipo? El interrogante se acentúa si recordamos que hace menos de un año las y los bahienses nos enteramos que la AFI espió durante un período relativamente prolongado, confeccionando informes detallados sobre militantes políticos y sindicales, agrupaciones de DDHH y medios de comunicación de la ciudad.
¿Sabrá algo la AFI sobre pintadas antisemitas, amenazas de bomba constantes, atentados y comandos fascistas operando impunemente en la ciudad?
Dos atentados con bombas en menos de seis meses, en pleno año electoral, al que se le suma un dispositivo instalado en el local partidario del Frente de Todos, detectado a tiempo gracias a un vecino que vio y dio aviso inmediatamente. Nadie parece estar lo suficientemente preocupado. Con la escasa reacción frente a semejantes hechos terroristas, y con un discurso de odio e intolerancia que se multiplica día a día por medios masivos y redes sociales ¿Cuánto tiempo va a pasar para que un nuevo atentado agrave la situación?
Convocamos a todas las agrupaciones políticas, sociales y sindicales comprometidas con la defensa de la democracia a buscar la más amplia unidad, y confluir de manera urgente en un espacio de diálogo para pensar acciones conjuntas que sirvan, al menos en primer medida, para otorgar a este asunto la vital importancia y atención que requiere de todas y todos nosotros.
¡NUNCA MAS!
ANTE EL FASCISMO, LA INACCIÓN SE CONVIERTE EN COMPLICIDAD.
Asamblea del Proyecto Político Emancipatorio de Bahía Blanca.
